¿Qué es la sexualidad y por qué nos cuesta hablar de ella?
La sexualidad atraviesa nuestra vida desde que nacemos, pero muchas veces ha sido silenciada, reprimida o envuelta en culpa. En esta entrada exploramos cómo el tabú se fue construyendo y cómo podemos comenzar a romperlo desde el conocimiento y la libertad.
1. SEXUALIDAD Y PLACER
Sexologalex
6/30/2025


Sexualidad: definición, orígenes del tabú y su impacto sociocultural
Introducción
Hablar de sexualidad sigue siendo, para muchas personas, incómodo o incluso impensable. Aun en tiempos de mayor acceso a la información, sigue siendo más fácil hacer chistes sobre sexo que tener una conversación honesta.
Pero ¿por qué ocurre esto? ¿Qué es exactamente “la sexualidad”? ¿Y por qué ha sido históricamente silenciada o mal entendida? En esta ocasión te invito a reflexionar sobre el origen del tabú, cómo nos afecta todavía y por qué romper el silencio es un acto transformador.
¿Qué es la sexualidad? Una definición que va más allá del cuerpo
Cuando hablamos de sexualidad, muchas personas piensan inmediatamente en “relaciones sexuales”, en genitales o en actos específicos. Pero la sexualidad es mucho más que eso:
Es una dimensión integral del ser humano, que abarca lo biológico, lo emocional, lo relacional, lo cultural y lo simbólico. Incluye:
· La identidad sexual y de género
· La orientación del deseo
· Las formas de vincularnos, de relacionarnos
· Las emociones relacionadas con el placer, el cuerpo y los vínculos
· Nuestra historia corporal y afectiva
En palabras de la Organización Mundial de la Salud, la sexualidad está presente a lo largo de la vida y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, comportamientos, prácticas, roles y relaciones.
¿Cómo llegamos al tabú? Un repaso por la historia del silencio
La historia de la sexualidad es también la historia de su censura.
La sexualidad ha sido, desde siempre, un campo de batalla entre el deseo y el control. Lo que hoy consideramos "natural" o "moral" en el sexo es el resultado de siglos de imposiciones culturales, religiosas y políticas. Para entender por qué aún cargamos con tantos tabúes, debemos mirar atrás.
Antigüedad: Entre la celebración y las reglas
En civilizaciones como la Grecia clásica y la Roma antigua, el sexo no era un tema oculto ni vergonzoso, sino una parte más de la vida cotidiana, el arte e incluso la religión.
Grecia:
El placer no era pecado, pero sí estaba jerarquizado.
La homosexualidad masculina (especialmente entre un hombre adulto y un joven) era aceptada en ciertos contextos pedagógicos, pero las relaciones entre hombres adultos iguales podían ser criticadas.
Las mujeres tenían roles sexuales mucho más restringidos: su sexualidad se vinculaba al matrimonio y la reproducción.
Roma:
El dominio (activo) era valorado; la sumisión (pasivo) podía ser motivo de burla, sin importar el género.
Existían prostíbulos regulados y festividades como las Bacanales (hasta que fueron prohibidas por "descontrol moral").
Pero ojo: Esta "apertura" no significaba libertad absoluta. El sexo estaba regulado por el estatus social, el género y el poder. Un ciudadano libre podía tener esclavos como parejas sexuales, pero un esclavo no podía negarse.
El giro represivo: Cuando la religión marcó el cuerpo
Con el auge del cristianismo y después el islam, la sexualidad dejó de ser un asunto cívico para convertirse en un tema moral:
El placer se asoció al pecado (sobre todo para las mujeres).
La virginidad y la fidelidad se volvieron valores centrales.
La virginidad se convirtió en ideal moral y de santificación y las prácticas sexuales solo eran válidas dentro del matrimonio y con fines reproductivos.
Cualquier práctica fuera del matrimonio heterosexual fue perseguida como "contra natura".
Ironía histórica: Muchos textos antiguos sobre sexualidad (como el Kama Sutra o los manuales eróticos árabes) fueron destruidos o censurados, pero sobrevivieron gracias a traducciones clandestinas.
¿Cómo nos afecta hoy ese pasado?
Durante siglos, hablar de sexo era considerado peligroso o impuro. Las mujeres fueron particularmente vigiladas, censuradas y castigadas si expresaban deseo.
Este legado cultural aún se siente hoy: en muchas familias, decir “clítoris” o “placer” sigue siendo motivo de incomodidad.
La historia no desaparece: se transforma en formas de educar, callar, controlar o excluir.
Estos cambios no son cosa del pasado:
Educación incompleta: A muchas personas nunca se les habló de su cuerpo, sus derechos o sus emociones.
Mitos persistentes: Creencias erróneas como “la masturbación es mala”, “el deseo solo lo sienten los hombres” o “el sexo termina con la penetración” siguen presentes.
Silencios familiares: Si en casa nunca se habló de sexualidad, es muy probable que cueste mucho expresarse en pareja o guiar a futuras generaciones.
Discriminación estructural: Las personas que no entran en los modelos “hegemónicos” (personas LGBTQ+, intersexuales, asexuales, con cuerpos diversos) enfrentan estigmas que se sostienen precisamente por la falta de educación sexual integral.
La doble moral (hombres "promiscuos" vs. mujeres "recatadas") sigue viva.
La censura ahora usa nuevos disfraces: algoritmos que borran contenido sexual educativo, leyes contra la "propaganda LGBTQ+", etc.
¿Sabías que? La palabra fornicación viene del latín fornix (arco), porque en Roma los prostíbulos estaban en sótanos con techos abovedados. Hasta el lenguaje guarda huellas de esta batalla entre placer y control.
“Nada humano me es ajeno.” (Terencio)
Esta frase, tan citada en filosofía, en sexología nos recuerda que, hablar de sexualidad es hablar de lo humano. Negarla es negarnos.
Entonces, ¿qué podemos hacer hoy?
El primer paso es recuperar el derecho a hablar sin vergüenza ni juicio.
Eso implica:
Nombrar el cuerpo con sus palabras reales.
Escuchar nuestras emociones y deseos sin censura.
Aceptar la diversidad como parte natural de lo humano.
Buscar información confiable, actualizada y respetuosa.
Y sobre todo, implica darnos permiso para reflexionar desde la calma, cuestionar lo aprendido y construir una forma propia y más libre de vivir la sexualidad.
Cierre reflexivo
Romper el silencio no significa gritar. A veces basta con una conversación sincera, una lectura que nos despierta o el simple acto de ponerle nombre a lo que sentimos.
Dale una vuelta a este tema.
Respira. Pregúntate: ¿Qué sé realmente sobre mi sexualidad? ¿De dónde viene lo que creo? ¿Qué quiero seguir sosteniendo… y qué me gustaría transformar?
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